ESTA ES LA VIDA - LA HISTORIA DETRÁS DE UN LIBRO


Uno, al pasar los años, se ajusta a la luminosa nostalgia que abraza la perezosa eternidad de los libros. 


La vida, que transfigura el sentido oculto que tiene para nosotros, nos muestra caminos en la limitada inocencia de hacernos creer que estamos eligiendo y decidiendo nuestro destino; sin embargo, la posibilidad se vuelve poder en lo indeterminado y nos señala el cincel que hará de nuestra vida una obra de arte o apenas una roca chapuceada con los espejismos de un alma atormentada.

Tenía 18 años y conocí en el último año de la secundaria, a Cristina Carnelli Despósito. Era preceptora en el colegio. Yo era un jovencito con alardes intelectualoides y ella, una consumada poeta resistiendo en el displicente desierto humano.

Las clases habían terminado. Entre los funerales de las despedidas de profes y directivos, entre las palabras finales y las promesas de una vida expectante que nos esperaba para consumarla en gozos y realizaciones; ella se acercó a mí. Me regaló un libro. Llegué a casa, aún vibrando con las mieles, los vítores y el fresco sonido de los aplausos después de leer mi discurso de despedida. Abro el paquete: El proceso, de Kafka. Y una dedicatoria: la letra diminuta de la poeta en la hoja de cortesía; la huella de su intimidad desparramada sobre el papel, como cuerpecitos de hormigas contrayéndose al fuego de la eternidad: 


Jorge:


Esta es la vida.

“Nos procesan”, pero a pesar de todo y de todos, seguimos estando.


Gracias porque te acercaste y me llenaste de fe (¿te cuesta creerlo?).




Hoy, cuando pierdo el punto de partida, cuando ningún fantasma nace de mi cabeza terrestre; vuelvo a estas palabras, cubiertas por la tapa oscura del libro, y ahí está: toda ella, su humanidad latente en un recibimiento infinito. Vuelvo a la fuente de lo aún posible, vuelvo a la tensión de un comienzo que se revela siempre latente. 


Y entonces, surge desde una profundidad silenciosa, el balance perfecto: ahora es ella quien se acerca y me llena de fe. Surge, de esa letrita chiquitita, su voz incesante, el recuerdo de sus ojos claros mirando la ventana opaca de la vida, recitando ese poema de Odiseo Elitys. Y la poesía descolgándose a gajos del cortinado espeso, verde oscuro de su living. 

En la noche de los tiempos, nos quedamos, otra vez, tomándonos un té, en tazas blanquísimas con ribetes dorados y vuelve una luz más rica y nos empuja, suave, fuera del mundo, y centellea sobre nuestras humanas experiencias de habernos cruzado.

¿Qué sería la vida sin estos recuerdos? Apenas el bullicio del presente.

Un libro puede ser un libro. Un libro puede ser el valor de su contenido. En mi caso, El proceso, de Kafka, también es la infatigable fortuna de haber atrapado en una página, la extrañeza del ser y su desmesura eterna, en la letra de Cristina.

                                                                                                    Jorge Córdoba 


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