El mundo sin Paul Auster
Los hombres en general no piensan en la muerte, generalmente se ocultan de ella, porque es la profundidad de la desolación. Sin embargo, en Auster, es otra de las variantes del juego de la existencia: esa cadena de azares, pequeñas fortunas y desaires que recibimos en la vida.
En el prólogo de El cuaderno rojo (Anagrama, 1994) el escritor Justo Navarro relata una anécdota sobre Paul Auster de cuando este tenía trece o catorce años. Había ido con un grupo de amigos de excursión al bosque. En un momento se desata una terrible tormenta eléctrica. Entonces deciden buscar un claro para estar más seguros y lejos de los rayos que caían. Cruzan una alambrada, en fila. Primero uno de los exploradores, Ralph, luego Paul. En el momento que cruzaban un rayo cayó sobre el alambrado fulminando a Ralph. Si el orden hubiera sido distinto: primero Paul, el mundo no hubiera tenido al escritor Paul Auster. Así es como el azar determina el funcionamiento del mundo. La literatura de Auster se funda en este principio.
Paul Auster |
Podríamos hablar de sus premios o de sus libros, pero con seguridad tienen acceso a esa información en la palma de sus manos; bah, en la yema del dedo que aprieta un Enter. Como el mundo siempre acontece en las palabras, en las que escribimos y en las que no, vamos a compartir un fragmento de una carta que le escribe el 8 de abril del 2009 a su amigo y también enorme escritor, J. M. Cotezee:
"Me he pasado los últimos meses sumido en un estado de dolor y melancolía. Ha sido una temporada de muerte, una época de entierros, funerales y cartas de pésame, y aunque los titulares anuncian la desintegración de nuestro imperfecto y desigual mundo, esas pérdidas privadas me han conmovido mucho más que el caos que está arrasando el mundo en general (...) Me digo a mí mismo que debería guardarme mucho de sorprenderme, que así es la vida, que todos somos seres mortales y que nuestro fin puede acaecer en cualquier momento, pero esa perspectiva más amplia no me ofrece ni la más pequeña brizna de consuelo. Me da muchísima pena. Sencillamente no tiene remedio".
En La invención de la soledad (Seix Barral, 2016) refiriéndose a la muerte de su padre, dice:
"...cuando un hombre muere sin causa aparente, cuando un hombre muere simplemente porque es hombre, nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado nos encontramos. La vida se convierte en muerte, y es como si la muerte hubiese sido dueña de la vida durante toda su existencia. Muerte sin previo aviso, o sea, la vida que se detiene. Y puede detenerse en cualquier momento."
Auster nos confirma que literatura y vida, son lo mismo. En sus novelas nos recuerda que la vida de los seres humanos es increíblemente frágil y estamos determinados por una cadena de coincidencias diarias que determiman nuestro camino. Así como el destino para siempre ignoto del excusiornista Ralph, que tuvo que estar efímeramente para que otro destino, el del niño Paul, fuera el del escritor Paul Auster.
Todos moriremos. Todos podemos morir. No nos basta con ser mortales, sino que debemos volvernos mortales, como un credo, una vocación, para no dejar escapar esos fragmentos de absolutos que estallan en nuestras manos, frente a nuestros ojos y que damos por perdidos apenas nos percatamos de ello.
Para eso, tenemos las novelas de Auster. Porque el mundo sigue rodando sin él, inquebrantable y eterno. Y hay que seguir aquí, más vivos y abrumados de lucidez.
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